Derroche de personalidad en la vivienda de Pierre Yovanovitch
Independientemente de si el resultado nos guste más o menos, para que un interior sea exitoso, debe adaptarse a la personalidad y el estilo de vida de quien lo vive. Si cumplimos esa premisa, podemos considerar un trabajo como satisfactorio. Este es uno de los principios con los que aborda cada uno de sus trabajos Pierre Yovanovitch; un buen ejemplo de ello es su vivienda particular ubicada en la región de la Provenza de Francia.
Se trata de un antiguo castillo francés, “Chateau Fabrègues” que data del siglo XVII. Con unos espacios desgastados y un pasado más que patente en los suelos de madera, en las paredes de color camel o en las molduras de las carpinterías que Pierre Yovanovitch ha combinado con un estilo contemporáneo, el autor ha creado una composición inesperada que derrocha personalidad por los cuatro costados. De su estilo particular, destaca la sencillez aparente que tienen sus diseños y el uso de materiales auténticos sin adornos superficiales que hacen que se perciba como un minimalismo cálido. Recuerda mucho al estilo escandinavo que se integra de manera muy natural en cada una de sus obras.
Todas y cada una de las habitaciones cuentan una historia. Lo antiguo y lo moderno se equilibran en cada una de ellas, por lo que no se percibe como una vivienda demasiado contemporánea. Combina diferentes paletas de colores en cada estancia, lo cual acaba otorgando un resultado muy pintoresco. Tiende a los colores pastel aunque también se atreve con los rosas y azules.
Una de las características que más destaca en todos los proyectos de Pierre Yovanovitch es la integración de obras de arte de artistas cercanos. Los incluye en cada una de las estancias, con el objetivo, según él, de que “los espacios cobren vida”. En este caso, la vivienda cuenta con una escultura mural de Michel Gouéry, una escultura de Alexandre Noll, la misteriosa obra de arte de Stephan Balkenhol o la ornamentada mesa de comedor azul del arquitecto Christen Emanuel Kjaer Monberg.
Si con algo me tuviera que quedar de toda la vivienda, sin ninguna duda, sería el dormitorio. Un exquisito espacio donde las texturas, los colores y la materialidad se han escogido meticulosamente. Considero que presenta un equilibrio perfecto entre lo viejo y lo nuevo. Respeta la originalidad de sus vigas en los techos o la madera desgastada del suelo y añade toques contemporáneos con los elementos de iluminación, la estructura de la cama o los tejidos naturales que hacen que el espacio se sienta perfecto. ¿Tú también lo crees?